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En la mitología inca, Pachacámac, Pacha Kamaq, Pacha Camac, o Pacharurac (Quechua: pacha, "tiempo/espacio, universo/tierra, estado de ánimo" y camac "creador o animador") era el nombre de una famos deidad y un santuario de culto oracular situado en la costa central en la desembocadura del río Lurín, al sur de la actual Lima.

Pachacamac Temple

Los Ichma veneraban a Pachacámac en este templo.

El centro de culto floreció desde el Periodo Intermedio Temprano. Los templos y compuestos fueron añadiéndose hasta la llegada de los incas. En esta época, el lugar probablemente se conocía por su nombre antiguo, Irma o Ichimay (o Ychsma). Los incas agrandaron el complejo de pirámides de adobe, construyendo el templo del Sol y el acllahuasi (Casa de la mujer elegida). El ídolo de culto era un báculo o mango de madera con una cara humana en ambos lados, epitomizando el esquema dual en el pensamiento andino. Se situaba en una habitación oscura con imágenes de criaturas terrestres y marinas en las paredes. El conquistador Hernando Pizarro destruyó el ídolo de madera. Los ídolos de madera "Pachacámac" en exposición actualmente en varios museos probablemente fueran los que los españoles encontraron tirados por el lugar.[1]

Era tal el culto hacia Pachacámac, que nadie se atrevía a pronunciar su nombre. En cambio, realizaban gestos, besando al aire, alzando los ojos al cielo y luego a la tierra, inclinando sus cabezas. Solo era venerado en su templo homónimo. El escritor Inca Garcilaso de la Vega escribió: "Si me preguntaran hoy cuál es el nombre de Dios en mi idioma, respondería 'Pachacámac', ya que en la lengua general de Perú, no hay otra palabra que exprese tan bien el concepto de Dios".[2]

En la época de los incas, el culto había durado más de un milenio y el santuario se veneraba como uno de los más poderosos en todos los Andes. Como otros santuarios de culto oracular, como Chavín de Huantar, Cahuachi y Huamachuco, el santuario atraía peregrinos y bienes exóticos. El culto de Pachacámac eral líder de una rama de cultos, o "hijos", por todos los Andes. Uno de estos era Llocllay Huancupa, la principal deidad del grupo étnico Yauyos de la región Huarochirí. Se decía que otro vástago fue capturado por los incas. Los incas y su religión estatal al Sol no pudieron suplantar al antiguo culto costero. En vez de eso, coexistieron con dificultades. La extensa fama de Pachacámac y su rivalidad con la religión estatal inca fue descrita en el manuscrito Huarochirí: "En las tierras altas, dicen, los incas veneran al sol como un objeto de su adoración de Titicaca, diciendo '¡Este es quienes nos hizo Incas!' De las tierras bajas [costa Pacífica], veneraban a Pachacámac, diciendo, '¡Este es quien nos hizo incas!'".[1]

La tradición mítica que rodeaba el culto de Pachacámac ha evolucionado desde el comienzo de nuestra era común, siendo periódicamente el tema de fuerzas externas como la expansión de los Wari, que influenciaron el diseño de las cerámicas y telas costeras. Otro grupo de poblados de las tierras altas, los incas, fueron la mayor influencia externa antes de la llegada de los conquistadores españoles. La tradición narrativa registrada en fuentes de la época colonial reflejan esta presencia inca. MacCormack señala cómo los sacerdotes Pachacámac reconocían tanto su propio ídolo como el nuevo culto solar inca. La introducción del culto solar pudo haber sido responsable de algunas historias en la que Pachacámac y el protagonista se describen como hijos del Sol La asociación de la deidad con actos creativos también pudo ser una consecuencia directa de la intervención inca.[1]

Mitología[]

Pachacámac aparece con un diverso rango de atributos y enfrenta a distintos personajes míticos. Por ejemplo, se dice que tuvo varias esposas, de las cuales dos, Mama y Urpay Huachac, fueron nombradas en el manuscrito Huarochirí. Esto situó a Pachacámac en oposición a la deidad creadora Cuniraya Viracocha. La tercera esposa fue Pacha Mama. Del manuscrito Huarochirí, Pachacámac se identificó con los terremotos, ya sea como causa o como protector. Esto también puede extenderse para asociarse con fenómenos naturales como los maremotos y los tsunamis.[1]

Enfrentamiento entre el Sol y su hijo[]

La narración más detallada se centra en los actos de creación, el antagonismo entre una antigua deidad creadora llamada Kon y la relación entre el Sol y su hijo, Pachacámac. Aquí la fuente principal es el cronista Antonio de la Calancha. Registró que una deidad costera norteña anterior, Kon, había creado la primera raza de humanos. Kon desapareció con la presencia de Pachacámac, el hijo del Sol y la Luna, que llegó del sur. Pachacámac convirtió a estos primeros humanos en monos, zorros y otros animales. Pachacámac creó un hombre y una mujer, pero sin alimento, el hombre murió. La mujer se quedó, culpó a Pachacámac por la muerte y rezó al Sol por alimento, pero el Sol no respondió. En cambio, sus rayos solares impregnaron a la mujer, que dio luz a un chico. Cuatro días después, indignado por el nacimiento, Pachacámac mató al chico, separando distintas partes de su cuerpo. El cuerpo desmembrado fue plantado y germinó. Los dientes produjeron maíz, las costillas y huesos germinaron en mandioca y tubérculos, y de la carne surgieron árboles frutales y verduras.[1][2]

El Sol reaccionó tomando el cordón umbilical del niño para hacer otro hijo, llamado Vichama, un nombre que recuerda al nombre del lugar Ichimay. El mito entonces enfrenta a Vichama y Pachacámac entre sí. Pachacámac es opuesto entonces incluso por su propio padre, el Sol, y su hermano, Vichama. Mientras viajaban el Sol y Vichama, Pachacámac mató a la madre de Vichama y la dejó como alimento de los cóndores y buitres. El episodio se escenifica diariamente con la colocación de sardinas y anchoas en la plaza principal en Pachacámac para atraer a los cóndores y buitres.[1]

Pachacámac creó entonces una pareja ancestral cuya descendencia comenzó a multiplicarse. Vichama volvió y Pachacámac huyó a su templo en las profundidades del océano Pacífico. Vichama convirtió a la gente en piedra, transformándolas en huacas (santuarios). Entonces preguntó a su padre, el Sol, que creara una nueva raza de humanos, ya que no quedaba ninguna para venerar al Sol o las huacas. Se enviaron tres huevos; uno de oro, uno de plata y otro de bronce. El huevo de oro eclosionó y produjo a los reyes y jefes locales, el de plata produjo mujeres de alto rango y el de bronce produjo a los plebeyos masculinos y a sus familias. Una variante de esta historia registra cómo Pachacámac envió cuatro estrellas a la tierra, de las cuales las dos primeras eran masculinas, que produjeron a los señores y a la élite, y las otras dos, que eran femeninas, dieron origen a los plebeyos y siervos.[1]

Dualidad[]

La tradición giraba en torno a la oposición de los hermanos Vichama y Pachacámac. La dualidad se expresaba en el ídolo de Pachámac, que era un báculo o mango de madera con dos caras mirando en direcciones opuestas. Descritos como hijos del Sol, los hermanos Pachacámac y Vichama quizás sean noche y día, o aspectos de oscuridad y luz de la deidad solar. La interpretación se ve apoyada por la manera en la que desapareció Pachacámac cuando nació Vichama, y luego desapareció de nuevo cuando llegó Cuniraya Viracocha. Cuando el Sol y Vichama viajaron, por otra parte, Pachacámac era el personaje principal. En las tierras altas, el grupo étnico Llacuaz veneraba al Sol diurno, mientras que el grupo Huarí veneraba al Sol nocturno que viajaba bajo la tierra. La distinción entre el Sol diurno y nocturno se encuentra en la deidad solar inca Punchao, que se asociaba específicamente con el Sol diurno.[1]

Desaparición en el océano[]

La desaparición de Pachacámac en el océano es un tema encontrado en otras historias. Una tradición más reciente describe como Pachacámac, un dios celeste, abandonó a su esposa, la Tierra en forma de Pacha Mama, y a sus hijos, para enfrentarse a su deidad rival Wakon. Rostworowski señala que el padre que abandona a su esposa e hijos es un tema común en el mito andino. La importancia del océano y de la oscuridad son atributos definitorios de Pachacámac. Representaba al dios ctónico del inframundo, asociado con los devastadores temblores terrestres producidos desde el interior de la tierra. La oscuridad y lanoche también pueden asociarse con el animal ídolo particular asociado con Pachacámac, el zorro. Una representación de oro del zorro fue encontrado por los españoles, y aparentemente en el lugar se sacrificaban zorros. El animal podía representar la noche, que se oponía al cóndor, el puma y el halcón, todos asociados con Cuniraya Viracocha, que representaba el culto solar del día.[1]

En la década de 1560, el movimiento mesiánico de los indígenas de las tierras altas Taqui Onqoy invocó a Pachacámac como un grupo selecto de deidades panandinas que terminaría con la supremacía de los españoles. Titicaca era otra de las deidades elegidas. Juntos, Titicaca y Pachacámac formaron un eje que imitaba el camino diurno del Sol y también la ruta tomada por la deidad Viracocha, que tras completar sus actos creativos, desapareció en la costa sobre el océano. Estos dos grandes huacas, Pachacámac y Titicaca, representaban así los polos que se situaban en los extremos opuestos del mundo.[1]

Tradición moderna[]

La fama y tradición de Pachacámac y sus vástagos era quizás el culto más conocido en los Andes. Esta tradición alcanzaba las laderas boscosas de los Andes orientales. En el siglo XX, las tribus junto los ríos Urubamba y Ucayali incluyeron los nombres Pachacama, Pachacamaite y Pachacamui para la deidad que creó y transformó todo donde previamente no había nada. Convirtieron a la gente en animales y tenían la habilidad de hacer templar la tierra. Una tradición describió "Pachacama" situada al "final del río", sosteniendo el mundo. Otro relato describe como Pachacamui transformó a los hijos de su hermana y su esposo en animales. Intentaron atrapar a Pachacamui en un barranco, pero huyó. Pachacamui construyó entonces una gran presa para ahogar a todos. Su yerno le persuadió para que desistiera y rogó a Pachacamui que le siguiera. El yerno entonces se arrojó sobre Pachacamui y lo mató, cortándole su cabeza. La tradición incluye aquí elementos de Wakon que también es engañado y asesinado al final. La cabeza decapitada puede ser un elemento de la tradición Inkarrí, aunque este motivo es prominente en la cultura sudamericana de las tierras bajas.[1]

Sincretismo[]

SeñordelosMilagrosNazarenas

Mural del Señor de los Milagros de las Nazarenas en el Santuario de las Nazarenas (Perú).

En época colonial, una deidad cristiana, el Señor de los Milagros o Cristo Morado, llenó el vació del culto prehispánico. Este ídolo asumió el manto de Pachacámac y su rol como protector de la actividad sísmica. EL culto colonial ganó popularidad tras varios terremotos en los siglos XVII y XVIII. la imagen cristiana se sitúa en la capilla en la ciudad de Pachacamilla.[1]

Referencias[]

  1. 1,00 1,01 1,02 1,03 1,04 1,05 1,06 1,07 1,08 1,09 1,10 1,11 Steele, Paul R. (2004). ABC-CLIO, Inc. (ed.). Handbook of Inca Mythology, pp. 221-225. ISBN 1-85109-621-3.
  2. 2,0 2,1 Bingham, Ann (2010). South and Meso-American Mythology A to Z, 2ª edición, pp. 99. ISBN 978-1-60413-414-8.


Panteón inca
Dioses de Hanan Pacha: Wiracocha  •  Kon/Wakon  •  Vichama  •  Pachacámac  •  Inti  •  Mama Quilla  •  Amaru  •  Illapa  •  Chasca  •  Catequil  •  Piguerao
Dioses del Kay Pacha: Pacha Mama  •  Mama Sara  •  Pariacaca  •  Huallallo Carhuancho  •  Urcuchillay  •  Huari
Dioses del Uku Pacha: Supay  •  Mama Cocha  •  Pachacamac
Lugares
Lugares: Hanan Pacha  •  Kay Pacha  •  Uku Pacha
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