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En la mitología egipcia, la ogdóada (Griego: "ογδοάς", óctuple) eran ocho deidades adoradas en Hermópolis durante el Reino Antiguo, de las dinastías III-VI, entre el 2686 al 2134 a.C.

El concepto de la ogdóada aparecen en sistemas gnósticos de la era cristiana primitiva, y fue desarrollada por el teólogo Valentino (ca. 160 d.C.).

En la mitología egipcia[]

Las ocho deidades se disponían en ocho parejas masculinas-femeninas: Nu y Naunet, Amón y Amonet, Kuk y Kauket, Heh y Hauhet. Las masculinas sea asociaban con ranas y las femeninas con serpientes. Aparte de su género, no había mucha más distinción entre las deidades masculinas y femeninas; de hecho, sus nombres femeninos no son más que derivados de sus nombres masculinos. Esencialmente, cada par representa el aspecto masculino y femenino de uno de los cuatro conceptos, es decir, las aguas primordiales (Nu y Naunet), aire o invisibilidad (Amón y Amaunet), oscuridad (Kuk y Kauket) y eternidad o infinidad (Heh y Hauhet).

Juntos representan el estado primitivo fundamental del comienzo. Son lo que siempre existió. Sin embargo, en el mito, su interación prueba estar desequilibrada, resultando en el surgimiento de una nueva entidad. Cuando esta entidad se abrió, reveló a Ra, el fiero Sol, en su interior. Tras un largo descanso, Ra, junto a las otras deidades, crearon todas las cosas.

La entidad que contiene a Ra se representa como un huevo o como un capullo de loto.

  • En la versión antigua, surge un montículo de las aguas. Un ave celestial pone un huevo sobre este. El huevo contiene a Ra. En algunas versiones, el huevo es puesto por un ganso cósmico. Sin embargo, también se dice que el huevo fue un regalo de Tot, y puesto por un ibis, el ave al que estaba asociado.
  • Luego, cuando Atum se asimiló con Ra como Atum-Ra, la creencia era que Atum emergió de un capullo de loto azul, en una interacción explosiva como capullo, que flotaba sobre la superficie, y abría lentamente sus pétalos para revelar un escarabajo, Jepri, dentro. Jepri, un aspecto de Ra que representaba el Sol naciente, se transforma inmediatamente en un niño llorando, Nefertum, cuyas lágrimas forman las criaturas de la Tierra.
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